lunes, 23 de abril de 2007

Betty con anteojos



Betty está nuevamente deprimida (apenas mira el fichero de autores, no le interesa si las etiquetas quedan a la misma altura en los anaqueles) y esta vez no es por el axolotl. Aunque no me lo dice, se que supone que perdió el toque, esa predisposición natural a reconocer a simple vista -por el corte de pelo, la manera de acomodarse el abrigo o el modo de morderse los labios- al tipo de lector que venía a la Biblioteca. Y junto con eso, Betty podía, sin equivocarse nunca, saber qué necesitaba cada uno; distinguir el ánimo que cambiaba de temporada en temporada, las posibilidades del fin de semana, la predisposición para el cuento de tranco corto o la novela interminable.
Es cierto que ahora no es infalible, pero lo sorprendente no es eso, sino que alguna vez haya podido descubrir debajo de un gorro de lana y un montgomery con corderito a un amante de Sade.
Lo que no le digo es que es casi imposible desentrañar qué es lo que los demás necesitan y que en general sus dotes adivinatorias fueron un precioso engaño, mezcla de voluntarismo y vehemencia. Creo que en realidad Betty está deprimida por falta de convicción.
Podría decirse que eso es, en el fondo, una nueva lucidez, pero no me atrevería a defender esta postura y condenar su alegría pasada como una forma de ceguera.
Calculo que lo que queda es sacarla de la atención al público y contratar un referencista con lo que nos queda del subsidio.

martes, 10 de abril de 2007

Clasificación


Hoy le mostré a Betty un libro que nos donaron en el que había una frase subrayada.

El tiempo es menos lo que pasa que lo que vuelve.

Ella insistió en ponerlo en el estante de Historia, Ensayos (909.4 Kos). Es donde va, pero no me convence. Es lo que me pasa con el matrimonio Dewey a menudo.

viernes, 6 de abril de 2007

Digan whisky



Betty cumplió años hace unos días, y sabiendo que no estaba nada bien por lo del axolotl, decidí organizarle un pequeño vernissage sorpresa en la piecita que usamos para encuadernar. El ponche circuló como en los buenos viejos tiempos y la sangre nueva de tres socios que estaban renovando el carnet y se sumaron a la lambada terminó de armar el amable jolgorio.
Entonces me aparté por un rato del grupo y vi a Betty, que charlaba con la querida María Luisa, y me acordé de todas las chicas de las que ya no sabemos nada. Y después pensé que en realidad no sabemos nada de lo que les pasa ahora, pero sabemos de ellas los epígrafes de muchas fotos que aún conservo.
Tengo otras fotos y otros epígrafes con los que Betty y Maria Luisa no tienen nada que ver. Pero eso es porque no nacimos juntas y porque llevo muchos años alternando entre tratar de olvidarme de algo y recordar algunas escenas.
Mientras terminaba mi copita se acercó uno de los muchachos bailarines y me dio una hojita manuscrita. Yo pensaba en otra cosa, pero tal vez no. Espero que nuestro joven socio no se ofenda por ofrecerles esto, como un efecto de lectura instantánea, ponche y cumpleaños.

Hay casos claros de perversión infantil:
la insistencia en recordar las capitales de Europa,
armar casitas con nada,
esperar la décima visita de las tías,
arrastrar ese carrito inmundo jugarse la gracia en una foto
Digo, ejemplos evidentes
de decisiones imposibles calculadas maneras
de ganarse un amor incondicional
tenerlo a un codo de distancia
para rendirse de una vez y así

lunes, 2 de abril de 2007



Se cayeron tres estantes, y un fichero apareció revuelto y hay demasiado trabajo. Y Betty no ayuda. Me voy a tener que ocupar yo.