Entre las nuevas actividades de
Uno de los socios más ilustres viene a las clases, religiosamente, y se dedica a exponer, en cuanto puede, en esos intermedios dados a la charla, su imposibilidad para captar los pasos. Desde mi escritorio escucho con disimulada atención las insistentes disculpas con las que el muchacho deja en claro, sin quererlo, que el cuerpo es una cosa y la mente otra.
Betty sugirió pasarle el librito de Descartes para que entendiera que a partir de allí han tratado de hacerle creer eso a todo el mundo. Pero a mí me parece que más bien podría ser dañino; no me extrañaría escuchar en un par de semanas, en lugar de un eufórico “azúcarrrr”, algo como “Pienso, luego bailo”.
A esto se suma que la traducción que tenemos en inventario es muy mala y que lo mejor para ese muchacho es dejarse llevar.