martes, 26 de junio de 2007

Carta de lectores

Esta carta llegó a la BPMP. Y si bien no es lo usual, y como los lectores saben lo último que quisiera es publicar algo que vaya realmente en detrimento del afecto que desde hace años me une a Betty, me siento obligada a publicarla. Betty también lo entendió, les manda un beso y está reflexionando en el depósito, donde la dejé encerrada para que pudiera meditar sin molestas interrupciones.

Estimada Betty:
Te escribo estas líneas sintiendo que lo tuyo es inadmisible. El abandono al que nos sometés a mí y a muchos de tus socios es vergonzoso. Espero que nada de esto sea tomado a mal.
Y más teniendo en cuenta el comportamiento de Marta Paste. En su biblioteca reina la paz, faltan artefactos lumínicos y aún no se han decidido por ciertos colores para la restauración de algunos anaqueles mas todo lo gastronómico siempre suele ser de una soberbia inusitada.
Marta Paste nunca dice que no a nada. Ella no es como vos. Muchos de los socios no entendemos cómo es posible que ella tolere tus impertinencias y tu desazón. Mientras vos decidís una vida bucólica y te abandonás al transcurrir, Marta Paste nos deleita con deliciosas picadas gourmet. Si fueras vos la anfitriona terminaríamos pidiendo una grande de muzarella de las más económicas.
Espero que mi carta no sea tomada a mal ya que es un intento de rescatarte de esa vida laxa y chata a la que te dedicás. Ojalá puedas seguir el ejemplo de Marta Paste porque por lo pronto, todo lo que ella hace por nosotros, vos los borrás con el codo.
Cordiales y respetuosos saludos.

Angustiadisimo.

lunes, 25 de junio de 2007

Saber y poder

Oportunamente le dije a Betty que yo ya sabía lo que iba a pasar. Si ella se anotaba en el curso de Resolución de Problemas de Archivo de Revistas Mensuales en Idioma Extranjero, y además se iba a tomar el té con sus compañeritas hasta cualquier hora, iba a ser imposible que yo me encargara de todo.
Estas son las consecuencias. Desatención absoluta de nuestros socios virtuales. Pero ya le voy a cantar las cuarenta y la voy a llamar al orden.

sábado, 9 de junio de 2007

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En medio de la constante reestructuración a la que me obligan las ideas de Betty, que no para de dar vuelta las estanterías con el dudoso objetivo de aprovechar el espacio y mejorar la atención al público, es imposible mantener el fluido contacto con nuestros socios. A su naturaleza inquieta se suma que Betty no termina de recuperarse de la muerte del axolotl y, traspié más cercano, sufre ahora por la derrota de Helio Rebot el domingo último.
Hace unos días, creyendo que su angustia frente al monitor se debía a la dificultad que siempre tiene para ingresar datos al inventario, me dispuse a servirle un reconfortante tecito. Y fue entonces cuando vi con sorpresa que la tarea informática consistía en encerrar todos los archivos de su autoría con una clave desconocida para mí.
Recordé entonces que algunas noticias perturban a Betty en diferido. Su escritor favorito murió hace unos años, y hay un albacea y una viuda y un editor y hay unos archivos que estuvieron guardados un largo rato en la computadora del muerto. Y cuando Betty supo todo esto, hablamos acerca de la falta romanticismo de los manuscritos que ya no son papeles y ni siquiera manuscritos, y del derecho a morirse sin publicar lo que uno ha escrito, y del deseo de tener algo así como un secreto y de cuánto les pertenecemos a los otros.
Supongo que al poner la clave Betty sabe también que no es lo mismo eso que hacer una fogata en el patio y quemar todos sus cuadernos, y que lo que está encerrando son los archivos de Excel donde se detallan sus ahorros. Pero cada uno tiene sus conjuros privados y yo no soy quién para criticarla.