jueves, 12 de junio de 2008

Dos a la derecha, y después doblá


Después de una licencia que la tuvo lejos de la BPMP por varias semanas, Betty finalmente volvió, convencida tanto de la felicidad que deparan algunos paisajes como del incierto significado de lo que comúnmente llamamos distancia. Y dispuesta a casi todo para que compartiéramos esa perplejidad, se instaló en su escritorio rodeada de mapas y una colección de marcadores trazo fino con los que dibujó uno por uno los recorridos que la habían tenido ocupada en los días de descanso.
Al rato, fue bastante fácil saber que la cantidad de mapas excedía el número de las ciudades que sus postales nos habían enumerado, y ya no pude sorprenderme cuando se hizo evidente que las líneas del Metro se superponían con la cuadrícula de una dudosamente cosmopolita ciudad de puerto bonaerense.
Apenas hubo tiempo para que Betty me susurrara el modo en que pueden confundirse quién espera a quién, y qué lugar nos está reservado, y de qué se trata estar lejos por un rato, y cuándo es que se empieza a preparar la partida o la llegada, y la inevitable evidencia de que el viaje siempre es redondo, según de dónde se lo mire.
Entonces, con el previsible tecito en la mano, me quedé fuera de horario a compartir el itinerario imaginado y decir algo de los trenes, de nuevo, para que Betty supiera que esto también se trataba de subir o no subir o, mejor, de disfrutar el recorrido.