sábado, 24 de marzo de 2007

Estalló el verano


Las variadas actividades de la institución me tuvieron sumamente ocupada; y aunque le indiqué a Betty que me suplantara en la tarea (“Betty, ocupate”, le dije) siguió, como siempre, con otra cosa.
Cuando me hice un rato frente al monitor, advertí que nuestra estimada socia Pdepau manifestaba su curiosidad acerca de la figura de Alcides. Y aunque me gusta contestar todas las consultas, varias razones dificultan, en este caso, la tarea: la condición institucional de este blog, y el fin del verano.
Si las hordas de muchachitos adolescentes que con su desesperación de exámenes son las que nos avisan a Betty y a mí que los morosos días de enero y febrero han terminado, hubo una época en que ese límite lo imponía Alcides apareciendo en la Sala de Lectura con la campera puesta. Y aunque me apoyaba en una variada bibliografía para manifestarle que el verano era un estado y no una época, esos argumentos nunca fueron suficientes.
Alcides, por naturaleza reflexivo, se despachaba sin más con algún informe periodístico en el que se decía que había que cosas que estaba bien o mal usar en la playa. Y así, aunque el verano según él ya no existía, lo usaba para explicar que había empezado la época del orden y la mesura, cosas que en realidad nunca debieran haberse olvidado.
Era inútil decirle que uno se arma su propio verano y si quiere se pone ojotas con medias y se calza un libro bajo el brazo y que eso puede incluso transformarse en tendencia. Alcides entregaba prolijamente los volúmenes que se había llevado en préstamo, volvía por noviembre, días más, días menos, y nunca comentó qué opinaba de la primavera.
La foto de Sierra de los Padres que originó esta inquietud de nuestra socia la sacamos en pleno enero y sigo pensando que lucimos jóvenes confiados y felices. Pero ahora se ve que yo trato de disimular en mi mano la lista de libros para la playa que Alcides me había dictado. Seguramente por julio la pondremos a disposición de los lectores para seguir brindando los servicios de los que esta institución es responsable.

sábado, 17 de marzo de 2007

4 x 4, tres cuartos perfil

Felizmente, el axolotl de Betty pasó a mejor vida. Y como sucedió después del deceso de Norberto, su legítimo marido por 32 años, Betty estará un poco melancólica por algunos días pero pronto el trabajo cotidiano la colmará de sana alegría.
Y eso no es poca cosa, porque cuando ya habíamos presentado los últimos papeles para el subsidio y todo parecía anunciar una época de poca actividad, surgió un problemita, digamos, no contemplado en nuestro reglamento de socios.
Como ustedes saben, para el trámite se piden dos fotos actualizadas del solicitante. Pero hete aquí que lo que debería haber sido parte de nuestra rutina, ha venido transformándose en una pesadilla.
El requisito de foto actualizada ha sido resuelto por la mayoría de los socios potenciales de un modo que nos hace difícil avalar el préstamo de volúmenes. En mi escritorio se acumulan imágenes de niños coronados por alguno de los dos lobos marinos marplatenses; dos fotos de comunión, una de chica y otra de varoncito, una pareja de mellizas que rodea al Patriarca de los Pájaros y una grupal frente a Sky Ranch con buzos de egresados de la marca San Marcos (circa 1989, con Betty no llegamos a leer).
De los primeros que han venido a retirar su carné y se han encontrado con nuestra reticencia a efectivizar la asociación, hemos recibido también diferentes respuestas: que “no hay mejor socio que uno feliz en La Feliz”, “qué aval puede ser mejor que la fe”, “¿Cómo podría confirmarse mejor mi compromiso con la cultura?”. Pero la mejor, la que nos hizo dudar a Betty y a mí, fue “aquí éramos felices, jóvenes y confiados”.
A ese le hicimos el carnet. Los demás están en veremos, pero para equiparar pusimos en la sala de lectura un preciosa foto ampliada de aquel día en Sierra de los Padres que pasamos Betty, Norberto, Alcides y yo, cuando todo era tanto más sencillo y no teníamos mascotas y no había tantas cosas para decidir ni trámites para hacer.

martes, 6 de marzo de 2007

Betty en la pecera


En los últimos días, a Betty se la nota muy desconcentrada. Circula de la Sala de Lectura al depósito con ese aspecto de falsa premura que ya le conozco y que en general coincide con el período en que su axolotl entra en celo.
Esto deriva, indefectiblemente, en que tenga que ocuparme de casi todo; incluso de los últimos detalles para que hagan efectivo el subsidio. Quedan pocos días para eso y lo peor es que yo empiezo a desconcentrarme junto con ella, a zangolotearme mentalmente al ritmo de la salsa en lugar de terminar el inventario según la clasificación Dewey.
Esto me preocupa institucionalmente, digo, y queda una sola salida: conseguirle una hembra a la mascota antes de que se nos terminen los plazos.