En las últimas semanas, el impulso renovador que se apropia de Betty cada tanto, tomó la forma de un inventario que difícilmente pueda sumarse al informe final de este año de trabajo. Y sin embargo, Betty insiste en que hacer el listado exhaustivo de las diferentes maneras en las que se cierran o abren las puertas de la BPMP es una tarea específica de nuestra área y defiende desde su escritorio la necesidad de aportes voluntarios y registros atentos. Ahora trabaja en una planilla nueva, porque las que dicen “año de edición” no le sirven, y mientras tanto releva cada entrada y salida en un anotador Moleskine que es una apuesta involuntaria a la sofisticación y al vintage.
Mientras se preparaba el tecito de la tarde, pispee algunas páginas que se extendían sin aparente criterio:
1. Empujón violento que deja entrar al falso tímido.
2. Búsqueda evidente de un timbre que no existe. Veo que el bulto se va a través del vidrio esmerilado.
3. Golpecito decidido y picaporte titubeante.
4. Portazo de despedida y un perdón murmurado. Nunca me gustó esa socia.
5. Entrada con un perdón y un chirrido. Igual se quedó toda la tarde.
6. Puerta entreabierta al salir. Insiste desde abril de 2005 en esa actitud primaveral.
7. Irrupción sorpresiva y cruce entre él, que sale, y los dos que entran. Con ella tuvo algo en el otoño.
Y así. Después venía la síntesis que prefiero adjudicar al agotamiento más que al impulso de concentración: portazo, empujón, golpe, espera, chirrido, golpe suave, espera, portazo.
Cerré con delicadeza la tapa de la libreta y me senté en mi escritorio, calculando que Betty no iba a encontrar un modo de hacer las categorías si, como había llegado a ver, lo que seguía era una cronología de los modos en los que había entrado o salido de la vida de los otros, o las puertas que había dejado que se abrieran o se cerraran desde hace quién sabe cuánto tiempo.
domingo, 6 de julio de 2008
Bisagras
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