A pesar del humo que entraba por la ventana, del dolor de espalda que por estos días insiste en acompañarla y de la cercanía del referencista que no le pierde pisada, Betty consiguió acercarse mi escritorio y recostándose sobre el armario me dijo en un susurro: “A mí lo que me asombra es la insistencia. La manera en que María Luisa, o yo, o vos, sin ir más lejos, ya sabemos varias cosas, y sin embargo intentamos de nuevo.” Y sin que pudiera ni siquiera ofrecerle que se sentara, siguió: “Todavía no me lo figuro del todo, pero debe ser que no son repeticiones, que todo es nuevo aunque sea lo mismo. Hasta cuando nos quedamos quietas, pienso a veces, y parece que descansamos, en realidad estamos tomando aire para otro etcétera”.
Estuve a punto de decirle que le preparaba un tecito, y preguntarle si lo decía por el chico que viene a la Sala de Lectura para preparar por enésima su examen de Higiene para la Salud. Pero ni yo podía creerme semejante cosa frente a la sonrisa medio boba con que la ví mirar por la ventana y acomodarse los aros.
Estuve a punto de decirle que le preparaba un tecito, y preguntarle si lo decía por el chico que viene a la Sala de Lectura para preparar por enésima su examen de Higiene para la Salud. Pero ni yo podía creerme semejante cosa frente a la sonrisa medio boba con que la ví mirar por la ventana y acomodarse los aros.