miércoles, 24 de octubre de 2007

Por la vuelta

De vuelta ya de las actividades culturales que me obligaron a ausentarme por unos días de la BPMP, me dispuse a sentarme en mi escritorio para realizar las tareas que mi cargo me impone, sabiendo que retomarlas luego de algunos días en los que el trabajo y el placer se mezclaron equilibradamente, no iba a ser tarea fácil.
El devenir de los sucesos y una rápida visita a la Sala de Lectura me anoticiaron de que los temores que me acosaban a la hora de la partida no eran infundados. Algunos volúmenes por el piso, dos o tres folletos de corte panfletario de un ignoto partido político, la maqueta pintada con colores estridentes y, escondidos detrás de una preciosa edición del Decamerón, un slip rayado y dos bonetes.
Indecisa a la hora de definir cómo seguir adelante, la nota manuscrita (evidencia de una mano temblorosa) con la que Betty me informaba de la rara enfrmedad que la obligará a estar ausente por tres días, hizo que todo encajara.
Lo que queda ahora es ordenar los libros en el estante, quemar los folletos y guardar el slip junto con los otros souvenirs que confirman una línea de conducta. Esta noche, con la botella de Baileys que sobrevivió milagrosamente a estas últimas jornadas, voy a tocarle el timbre a Betty, para que me cuente otra vez la historia de cómo nos conocimos, y tal vez la invite al bingo, para evitar que empecemos a preguntarnos acerca de la responsabilidad, la conducta y el uso del dinero de los subsidios.

lunes, 15 de octubre de 2007

Suplencia


Hoy, estimadísimos socios de este pequeño pero digno reducto de la cultura, empapada del orgullo de ser la humilde representante de una raza ya casi extinta, aquella de los bibliotecarios por vocación y no por circunstancias en las que un destino adverso empuja a alguien a la dignísima tarea de la clasificación, el archivo y el préstamo; digo, hoy, me dirijo con letra diáfana y sencilla a esta honorable audiencia para decirles que nuestra socia fundadora, quien por linaje más que por vocación lleva adelante con mano diestra, corazón amplio y voluntad de comunicación esta institución que sin ella no sería nada, ha sido convocada a poner su voz al servicio de la cultura por un breve pero productivo período.

En una actitud que la honra y me halaga, ha dejado a esta, la que suscribe, a cargo de la responsabilidad de mantener una fluida relación virtual /epistolar con los socios que frecuentan este espacio, en un marco de respeto por la institución y por las buenas costumbres.
Espero poder cumplir esta tarea con la dignidad que amerita, advirtiéndoles que mi fidelidad a los lineamientos de semejante conductora es intachable, y que gracias a esta lealtad de dimensión incalculable es que puedo surcar el mar de sus atrocidades narrativas, lo inverosímil de los retratos que de mí ha hecho y la dudosa generosidad con la que ejercita su verba en una aparente afabilidad hacia mi persona.

Aunque algunas malas lenguas hayan declarado ya que las procacidades del Sr. Amperio han despertado mi propia lascivia, o que las subversivas interpelaciones del Sr. Crimi producen un oscuro placer en mi elevado espíritu, quiero decirles que mi alma (y mi cuerpo) están bajo control. Y nuestra Biblioteca también.
Solo me resta decirles, mi casa es su casa. La casa de Betty.

miércoles, 3 de octubre de 2007

Betty valijera


Sobre el final de la semana pasada, llegó a la BPMP el pedido de librería que trabajosamente habíamos conseguido incluir en la última rendición de nuestro subsidio; y Betty lo recibió con el semblante descompuesto por la felicidad y una mano temblorosa que apenas la dejaba sostener la Parker con la que firmaba el recibo.
Tal vez, la insistencia que fue necesaria para convencerla de que abriéramos juntas los paquetes debió ser un aviso de que algo andaba mal. Pero como suele sucederme cuando está lloviendo, mis capacidades deductivas estaban muy acotadas por esos días.
Así que la proliferación de cartones de diferentes grosores, las placas de telgopor y la variedad de pomos de acrílicos no me parecieron tan alarmantes como lo hubieran sido en un día de sol; y la elección de una librería artística como proveedor me pareció un poco frívola pero también un gesto de considerable elegancia.
Sin embargo, esta tarde, después de varias jornadas de casi absoluto encierro en el depósito del fondo, Betty desplegó los caballetes y el tablón que usamos para las Jornadas de la Asociación de Bibliotecas Populares y dejó en exhibición en la Sala de Lectura una maqueta pulcra y precisa de la BPMP, en escala 10:1.
Después de eso, dejó sobre mi escritorio un pedido de licencia por dos días y se sentó a mirar su miniatura, en una posición incómoda en la que todavía persiste. La nota membretada explica su deseo de disfrutar aquí mismo de este receso, para contemplar desde afuera el lugar que en realidad la rodea, para poder mover con menos ansiedad a la Betty chiquita que está sentada en el escritorio minúsculo.
Es posible que no dure mucho con las piernas cruzadas de ese modo, pero es casi seguro que termine por angustiarse tratando de mirar de lejos y de cerca al mismo tiempo; o puede ser que descubra después de un rato el encanto que tiene hacerse un poco más liviano o, mejor todavía, volverse portátil.