jueves, 28 de febrero de 2008

Betty es un ñoqui



Cumplir años el 29 de febrero es casi una declaración de fuga. Una manera de existir cabalmente de vez en cuando y que los otros cumpleaños sean una apuesta a lo invisible.
Hoy mi viejo renueva la huida, y persiste en ser un misterio aunque esté ahí nomás, al alcance de la mano y del teléfono, y cumple demasiados años como para que pueda apostar a que lo encontraré de nuevo en el próximo año bisiesto.
Y en el medio, esta foto, y los sábados de superacción mientras mi vieja iba a la peluquería, y la guerra de sifonazos en Carnaval, y las tardes de álgebra y la manera en que se ríe con la Barcelona, y la insatisfacción y el malhumor y las puteadas y las cosas que están por venir y de las que puede ser que ya no sea testigo.

lunes, 25 de febrero de 2008

El último Café


Desde hace semanas, Betty no para de hablar o de callarse, alternativamente, y hasta me obligó a hacer pública esta situación más allá de la BPMP. Por eso, cuando las fuerzas estaban por abandonarme frente a esa épica del desequilibrio, la cartelera porteña nos regaló la solución alternativa para sus cuerdas vocales y mi cerebro agotado. Endomingadas para la ocasión, aunque fuera sábado, Betty y yo fuimos a vociferar letras nuevas y pasadas, a zangolotearnos de lo lindo, a enamorarnos otra vez de un tecladista.
Y mientras decidía, ante tamaña inconciencia, aplazar un rato más el impulso de escribir acá algo estúpido sobre el tiempo y las decisiones y la felicidad, el hombrecito desde el escenario me jugaba la mala pasada de aprobar mi postergación y refregarme, al mismo tiempo, su propia tesis:

La vida es imprecisa, déjate caer.

lunes, 11 de febrero de 2008

Feng Shui


Y resulta que en lugar de trabajar, estoy dando vueltas por los blogs amigos y mirando con atraso casi todo, y preguntándome entonces si quiero o no despedirme de este boliche y de tantas otras cosas, y si para cambiar uno necesita también darse un nuevo nombre, y así.
Y resulta que entonces me doy cuenta de que Marta y Betty son mías y no al revés, y de que por lo tanto puede que no haya llegado la hora de mudarse sino de mover los muebles de lugar. Que para algo los puse yo, después de todo.
Y además, en mi lectura retrasada, aparece un post del Sr. Mich y un comentario acerca del ángel de la historia del Sr. Cuti, y una foto de mi viejo que por momentos vuelve a ser eso que es en esa foto, y una foto de un escritor sobre el que tengo que escribir que se parece peligrosamente a esa imagen de mi viejo en un barco que lo trae de Montevideo.
Y me doy cuenta, entonces, recién ahora, de que cuando vengo tan bien con la idea de no seguir siendo obediente, justo me estaba haciendo una jugarreta que me obligaba a seguir un reglamento de la BPMP que yo misma había escrito.
Y entonces me dan ganas de postear esa foto. Digo, que todo esto podría ser una historia de Betty, pero esta vez es sin Betty. Veremos.