Cumplir años el 29 de febrero es casi una declaración de fuga. Una manera de existir cabalmente de vez en cuando y que los otros cumpleaños sean una apuesta a lo invisible.
Hoy mi viejo renueva la huida, y persiste en ser un misterio aunque esté ahí nomás, al alcance de la mano y del teléfono, y cumple demasiados años como para que pueda apostar a que lo encontraré de nuevo en el próximo año bisiesto.
Y en el medio, esta foto, y los sábados de superacción mientras mi vieja iba a la peluquería, y la guerra de sifonazos en Carnaval, y las tardes de álgebra y la manera en que se ríe con la Barcelona, y la insatisfacción y el malhumor y las puteadas y las cosas que están por venir y de las que puede ser que ya no sea testigo.
Hoy mi viejo renueva la huida, y persiste en ser un misterio aunque esté ahí nomás, al alcance de la mano y del teléfono, y cumple demasiados años como para que pueda apostar a que lo encontraré de nuevo en el próximo año bisiesto.
Y en el medio, esta foto, y los sábados de superacción mientras mi vieja iba a la peluquería, y la guerra de sifonazos en Carnaval, y las tardes de álgebra y la manera en que se ríe con la Barcelona, y la insatisfacción y el malhumor y las puteadas y las cosas que están por venir y de las que puede ser que ya no sea testigo.