sábado, 15 de noviembre de 2008

Lindt

Para Poleta Minogue
María Luisa se sentó en el borde del escritorio y abriendo con su característica delicadeza la preciosa cajita de chocolate suizo con la que pensaba convidarnos, se dispuso a servir el tecito de la media tarde al que la habíamos invitado en una clara muestra de afecto y espontaneidad. Al lado de su chalina había quedado la bolsa de palmeritas con las que Betty y yo pensábamos pasar la merienda, incluso convencidas de la sensación de saciedad con la que suele dejarnos esa mezcla concéntrica de manteca y azúcar.
Pero María Luisa no dejó pasar la oportunidad evidente de la comparación y, elocuente y discreta a la vez, nos habló por un rato de la combinación de distracción y conformismo con la que a menudo uno acepta las palmeritas, y hasta las disfruta, y pasa alguna tarde creyendo que son una buena compañía y un modo de alegría; pero también nos dijo de cómo el chocolate suizo sigue siendo la mejor opción, aunque suponga algún esfuerzo conseguirlo y no se encuentre en cualquier panadería del barrio.
Cuando íbamos por la segunda taza de té, Betty agregó algo como que a veces incluso uno puede cerrar los ojos e imaginarse lo que no es, y que también hay palmeritas que hacen el esfuerzo y vienen bañadas en chocolate pero que la naturaleza de la palmerita, por más voluntad que se ponga, se desnuda en el primer mordisco concienzudo. Después de un rato, entre todas sabíamos, aunque ya había oscurecido y no nos veíamos las caras, que alguna vez por apuro, fiaca o falta de perspectiva nos habíamos confundido en el acompañamiento para la merienda, pero que la cuestión era saberlo, y reconocerse a uno mismo la conciencia de sí que le sobra al chocolate y que en la palmerita, encima de todo, brilla por su ausencia.

lunes, 3 de noviembre de 2008

Cierre de inscripción



Y Betty, tapada por una pila de libros que casi la oculta por completo, me pregunta: "¿Cómo sé cuáles lugares me pertenecen y cuáles están en disputa y cuáles es mejor abandonar antes de enfrentarme con las tropas de ocupación?". Y sin esperar respuesta sigue: "Lo mejor va a ser barajar y dar de nuevo, porque me quedan pocos lugares donde ir a tomar el té sin demasiadas elucubraciones." En plena preparación del verano, es díficil saber si Betty ya decidió anotarse en el campeonato de TEG o persiste con la canasta, que en realidad la tiene podrida pero acostumbrada.

domingo, 5 de octubre de 2008

Hay que pasar el invierno


A contramano de la primavera, que reprodujo por docenas a jóvenes socios con sus mochilas al hombro, Betty persistió por los primeros días de septiembre con el vestuario invernal de montgomery gastado que alguna vez fue de Alcides y gorrito pituco, regalo de María Luisa para el Día del Amigo.
Dispuesta a pasar por alto semejante muestra de frío interno, le preparé un tecito helado y se lo llevé hasta el depósito, con la secreta esperanza de que su incursión por esos anaqueles no tuviera otra razón que el orden obsesivo. Pero esa posibilidad quedó rápidamente descartada cuando vi a Betty asomada a la banderola y susurrándole vaya a saber qué cosa al bicho canasto que cuelga ahí desde marzo.
Mientras se bajaba, y lejos de hacer algo por superar la incomodidad de la escena, Betty se explayó en las dificultades que su don de gentes afrontaba frente al silencio con que la larva resistía los intentos de diálogo.
Aprovechando que los anaqueles que quedaban a la altura de mi mirada cargaban con algunos clásicos de la lingüística pragmática, intenté raudamente soltarle un conjunto de ideas sobre la posibilidad del diálogo, los actos de habla y las últimas teorías de la comunicación.
Pero Betty, con la mirada comprensiva de quien ya pasó por todas esas explicaciones de papers académicos y los test de Para Ti, miró fijamente los dos cubitos que flotaban en el ice tea hasta que dejé el bla bla.
Un rato después, asentí en silencio cuando Betty me dijo de la necesidad de hablar aunque el otro ya no escuche, y de las bondades de callarse cuando las explicaciones ya fueron demasiadas o quizás ninguna, y de la duda entre gritar o llamarse a silencio por mil años, y de la dificultad de entender el modelo de Jakobson, sobre todo cuando llega la primavera y sigue haciendo tanto frío.



viernes, 29 de agosto de 2008

El regreso de los muertos vivos


Cuando la cercanía de la primavera prometía un cambio de aire y de clima, Betty tuvo que hacerse presente en otro velorio, del que volvió, sin embargo, rozagante y con la promesa de armar una reunión de colegas en cuanto se le fuera de la ropa el olor a crisantemos.
Volvió a sentarse en la punta de mi escritorio, como hacía un tiempo que no hacía, y se despachó con un anecdotario que derivó sin decir “agua va” en la defensa de la acción por sobre la reflexión y algunas perspectivas acerca del gremialismo, el jamón serrano y el pirograbado como expresión del ser nacional. Calculo que cuando me vió lo suficientemente distraída, dejó justo al lado del portalápices el papelito que había sido la verdadera razón de tamaño despliegue y se fue murmurando alguna disculpa en nombre de Calvino y una observación acerca de la necesidad de archivar todo el anaquel de Literatura Italiana, si queríamos evitar algún accidente:

El infierno de los vivos no es algo por venir; hay uno, el que ya existe aquí, el infierno que habitamos todos los días, que formamos estando juntos. Hay dos maneras de no sufrirlo. La primera es fácil para muchos: aceptar el infierno y volverse parte de él hasta el punto de dejar de verlo. La segunda es arriesgada y exige atención y aprendizaje continuos: buscar y saber reconocer quién y qué, en medio del infierno, no es infierno, y hacer que dure, y dejarle espacio.

domingo, 3 de agosto de 2008

Te invito a mi fiestita


Durante el mes en el que me tomé unas ocultas vacaciones con presencia en en el lugar de trabajo, Betty tuvo la mala fortuna de verse obligada a concurrir a unos cuantos sepelios, en los que escuchó las frases hechas (o no tanto) con las que se recordaba a los correspondientes finados.
Y en vez de dejarle a ella la responsabilidad de andar preguntándose el porqué de tanto velatorio, me quedó a mí preguntarme si, muerta ahora mismo, en este mismo instante, todo el mundo andaría comentando sobre mí que siempre estaba distraída en otra cosa, o haciendo malabares con lo urgente, o demasiado preocupada por no cometer errores.
Puesta a pensar, digo, con el tecito en la mano, me dije a mí misma que si tuviera las agallas, tendría que vivir como si la tertulia en la vereda del propio velorio estuviera a la vuelta de la esquina; o mejor, ir preparando la escena para que uno pueda reconocerse más o menos felizmente en el muerto que dejó.

domingo, 6 de julio de 2008

Bisagras





En las últimas semanas, el impulso renovador que se apropia de Betty cada tanto, tomó la forma de un inventario que difícilmente pueda sumarse al informe final de este año de trabajo. Y sin embargo, Betty insiste en que hacer el listado exhaustivo de las diferentes maneras en las que se cierran o abren las puertas de la BPMP es una tarea específica de nuestra área y defiende desde su escritorio la necesidad de aportes voluntarios y registros atentos. Ahora trabaja en una planilla nueva, porque las que dicen “año de edición” no le sirven, y mientras tanto releva cada entrada y salida en un anotador Moleskine que es una apuesta involuntaria a la sofisticación y al vintage.
Mientras se preparaba el tecito de la tarde, pispee algunas páginas que se extendían sin aparente criterio:
1. Empujón violento que deja entrar al falso tímido.
2. Búsqueda evidente de un timbre que no existe. Veo que el bulto se va a través del vidrio esmerilado.
3. Golpecito decidido y picaporte titubeante.
4. Portazo de despedida y un perdón murmurado. Nunca me gustó esa socia.
5. Entrada con un perdón y un chirrido. Igual se quedó toda la tarde.
6. Puerta entreabierta al salir. Insiste desde abril de 2005 en esa actitud primaveral.
7. Irrupción sorpresiva y cruce entre él, que sale, y los dos que entran. Con ella tuvo algo en el otoño.

Y así. Después venía la síntesis que prefiero adjudicar al agotamiento más que al impulso de concentración: portazo, empujón, golpe, espera, chirrido, golpe suave, espera, portazo.
Cerré con delicadeza la tapa de la libreta y me senté en mi escritorio, calculando que Betty no iba a encontrar un modo de hacer las categorías si, como había llegado a ver, lo que seguía era una cronología de los modos en los que había entrado o salido de la vida de los otros, o las puertas que había dejado que se abrieran o se cerraran desde hace quién sabe cuánto tiempo.

jueves, 12 de junio de 2008

Dos a la derecha, y después doblá


Después de una licencia que la tuvo lejos de la BPMP por varias semanas, Betty finalmente volvió, convencida tanto de la felicidad que deparan algunos paisajes como del incierto significado de lo que comúnmente llamamos distancia. Y dispuesta a casi todo para que compartiéramos esa perplejidad, se instaló en su escritorio rodeada de mapas y una colección de marcadores trazo fino con los que dibujó uno por uno los recorridos que la habían tenido ocupada en los días de descanso.
Al rato, fue bastante fácil saber que la cantidad de mapas excedía el número de las ciudades que sus postales nos habían enumerado, y ya no pude sorprenderme cuando se hizo evidente que las líneas del Metro se superponían con la cuadrícula de una dudosamente cosmopolita ciudad de puerto bonaerense.
Apenas hubo tiempo para que Betty me susurrara el modo en que pueden confundirse quién espera a quién, y qué lugar nos está reservado, y de qué se trata estar lejos por un rato, y cuándo es que se empieza a preparar la partida o la llegada, y la inevitable evidencia de que el viaje siempre es redondo, según de dónde se lo mire.
Entonces, con el previsible tecito en la mano, me quedé fuera de horario a compartir el itinerario imaginado y decir algo de los trenes, de nuevo, para que Betty supiera que esto también se trataba de subir o no subir o, mejor, de disfrutar el recorrido.

martes, 13 de mayo de 2008

Ahhhh




Y como que ahora, todavía sin haber puesto nada en la valija, voy cayendo en que en menos de 24 horas me esperan esas fotos.
Qué boluda.

lunes, 5 de mayo de 2008

Chau

Betty viene y me dice si ya hice las valijas sabiendo que, como de costumbre, tiraré unas cuantas pilchas adentro de un bolso unas pocas horas antes de que sea demasiado tarde.
Pero hoy, a la costumbre se suma el letargo y la pena de volver a pensar en qué significa irse de una vez por todas, estar o quedarse un rato más. Hoy, la falta de tiempo para planificar la partida parece una broma de mal gusto y la confirmación de que de todas maneras mejor que te agarres fuerte, porque nunca estás preparado para nada.

lunes, 21 de abril de 2008

Repetidor

A pesar del humo que entraba por la ventana, del dolor de espalda que por estos días insiste en acompañarla y de la cercanía del referencista que no le pierde pisada, Betty consiguió acercarse mi escritorio y recostándose sobre el armario me dijo en un susurro: “A mí lo que me asombra es la insistencia. La manera en que María Luisa, o yo, o vos, sin ir más lejos, ya sabemos varias cosas, y sin embargo intentamos de nuevo.” Y sin que pudiera ni siquiera ofrecerle que se sentara, siguió: “Todavía no me lo figuro del todo, pero debe ser que no son repeticiones, que todo es nuevo aunque sea lo mismo. Hasta cuando nos quedamos quietas, pienso a veces, y parece que descansamos, en realidad estamos tomando aire para otro etcétera”.
Estuve a punto de decirle que le preparaba un tecito, y preguntarle si lo decía por el chico que viene a la Sala de Lectura para preparar por enésima su examen de Higiene para la Salud. Pero ni yo podía creerme semejante cosa frente a la sonrisa medio boba con que la ví mirar por la ventana y acomodarse los aros.

martes, 15 de abril de 2008

Changing rules




Y así es como en estos días se impone, en contra de todo Reglamento que negaba la confesionalidad de la BPMP, el relato de esto que sigue.
Y así es que termino diciendo que hace unos días un viaje en avión me deja sentada junto a dos señoras y (pasillo de por medio) una chirusa sin encanto, pero con el pelo perfecto como nunca podré tenerlo. Cuando todo prometía una siesta, el diálogo de mis mujeres mayores me deja pegada sin disimulo al relato de sus hijos desaparecidos, de la charla que van a dar, de la historia de quién fue a la primera reunión de Madres, de las fotos imposibles de Hebe tomando la comunión. Y al lado, mi chirusa de pelo Sedal esconde su celular prendido para poder despanzurrarse escuchando el MP3, mientras la noticia del chino que hizo chocar un avión, a fuerza de interferencia telefónica y tilinguería, da vueltas en mi cabeza.
Entonces, pensé que la maqueta del viaje estaba toda ahí, conmigo ganada por el silencio y el temor de dar vuelta la cabeza, eligiendo evitar los riesgos de ser una metida o una buchona, optando por la discreción y pagando ese precio con la incomodidad.
Pero ninguna maqueta puede tener todos los detalles, y como dijo pdepau a la vuelta de mi engañoso turismo laboral, ya cansada pero lúcida, “no hay manera de no correr riesgos”. Y aunque las señoras se bajaron en la primera escala y la chirusa no hizo caer el avión, parece que yo he decidido seguir todavía en el viaje, ver qué pasa y no quedarme tan quieta, considerando que de todas maneras siempre hay peligro y aviones imprevistos. O trenes, para el caso.

sábado, 22 de marzo de 2008

Vermouth con papas fritas




Después de varias semanas en las que anduvo de recorrida por Bibliotecas suburbanas en busca de nuevas y mejores formas de catalogación, Betty se sentó ayer a la tarde sobre un extremo de mi escritorio, y mientras se acomodaba el saquito que marcaba para ella el fin del verano, me largo sin preámbulos la narración de todo su tour libresco.
De lo que me contó quedan más fichas e inventarios por hacer, y una sarta de detalles excesivos, excepto por el relato fingidamente desinteresado del encuentro fortuito con un referencista de Bragado que alguna vez la tuvo a mal traer.
Y así, mientras en la radio se escuchaba un tema pegadizo y la Biblioteca iba quedando vacía, Betty no tardó en despacharse con la inquietud de lo que ya no recuerda, y una catarata de preguntas acerca de las minúsculas decisiones que definen una serie de cataclismos y determinan un destino en el que todas las demás opciones se clausuran silenciosamente.
Para cuando llegó a buscarnos María Luisa, ya estábamos en silencio, pensando las dos, creo, en que el recuerdo de las grandes decisiones puede hacernos creer que es posible evaluar también los grandes errores; saber que cosas evidentes como decidir juntar tu biblioteca con la de tu amor, irte al otro lado de un mar o un río, cambiar los libros de química por una mochila y una carpa, son la prueba más evidente de que es posible desviar el rumbo. Pero lo otro, lo mínimo, el subte que no tomamos o la calle que cruzamos demasiado rápido, lo que se nos ofrece o nos acecha cuando estamos distraídos en lo demás y pudo haber hecho toda la diferencia o ninguna, eso es aterrador y demasiado para poder soportarlo en, digamos, una tarde de domingo.
Un rato después, la serie de chismes que había traído María Luisa nos separó blandamente de esa dimensión donde todo o casi nada podía ser un error, y nos limitamos a decidir que era mejor dejar el té en pos de un vermucito temprano, aunque eso trajera consecuencias irremontables.

jueves, 28 de febrero de 2008

Betty es un ñoqui



Cumplir años el 29 de febrero es casi una declaración de fuga. Una manera de existir cabalmente de vez en cuando y que los otros cumpleaños sean una apuesta a lo invisible.
Hoy mi viejo renueva la huida, y persiste en ser un misterio aunque esté ahí nomás, al alcance de la mano y del teléfono, y cumple demasiados años como para que pueda apostar a que lo encontraré de nuevo en el próximo año bisiesto.
Y en el medio, esta foto, y los sábados de superacción mientras mi vieja iba a la peluquería, y la guerra de sifonazos en Carnaval, y las tardes de álgebra y la manera en que se ríe con la Barcelona, y la insatisfacción y el malhumor y las puteadas y las cosas que están por venir y de las que puede ser que ya no sea testigo.

lunes, 25 de febrero de 2008

El último Café


Desde hace semanas, Betty no para de hablar o de callarse, alternativamente, y hasta me obligó a hacer pública esta situación más allá de la BPMP. Por eso, cuando las fuerzas estaban por abandonarme frente a esa épica del desequilibrio, la cartelera porteña nos regaló la solución alternativa para sus cuerdas vocales y mi cerebro agotado. Endomingadas para la ocasión, aunque fuera sábado, Betty y yo fuimos a vociferar letras nuevas y pasadas, a zangolotearnos de lo lindo, a enamorarnos otra vez de un tecladista.
Y mientras decidía, ante tamaña inconciencia, aplazar un rato más el impulso de escribir acá algo estúpido sobre el tiempo y las decisiones y la felicidad, el hombrecito desde el escenario me jugaba la mala pasada de aprobar mi postergación y refregarme, al mismo tiempo, su propia tesis:

La vida es imprecisa, déjate caer.

lunes, 11 de febrero de 2008

Feng Shui


Y resulta que en lugar de trabajar, estoy dando vueltas por los blogs amigos y mirando con atraso casi todo, y preguntándome entonces si quiero o no despedirme de este boliche y de tantas otras cosas, y si para cambiar uno necesita también darse un nuevo nombre, y así.
Y resulta que entonces me doy cuenta de que Marta y Betty son mías y no al revés, y de que por lo tanto puede que no haya llegado la hora de mudarse sino de mover los muebles de lugar. Que para algo los puse yo, después de todo.
Y además, en mi lectura retrasada, aparece un post del Sr. Mich y un comentario acerca del ángel de la historia del Sr. Cuti, y una foto de mi viejo que por momentos vuelve a ser eso que es en esa foto, y una foto de un escritor sobre el que tengo que escribir que se parece peligrosamente a esa imagen de mi viejo en un barco que lo trae de Montevideo.
Y me doy cuenta, entonces, recién ahora, de que cuando vengo tan bien con la idea de no seguir siendo obediente, justo me estaba haciendo una jugarreta que me obligaba a seguir un reglamento de la BPMP que yo misma había escrito.
Y entonces me dan ganas de postear esa foto. Digo, que todo esto podría ser una historia de Betty, pero esta vez es sin Betty. Veremos.

domingo, 20 de enero de 2008

Ahora sí, año nuevo


Después de tantas desapariciones, de tanto esfuerzo por cada vuelta, de ciertas negativas que por la pausa veraniega tuve que hacer públicas aquí con un título de ciencia ficción, parece que lo más justo es dejar que Betty se vaya y entregar la organización de la BPMP a quienes puedan afrontar esa tarea. Por ahora, he declinado mi propia propuesta de hacerme cargo, como un modo más preciso de, justamente, hacerme cargo.

"Hay que abrir otro boliche", me dijo el referencista, ganado por un optimismo que le desconocía y con algunos enseres en la mano que me hacen creer que un puestito en Costanera Sur no sería una mala idea.
Como diría Georgie, tengo para mí que volveremos a vernos y que los carnets de los socios sirven para descuentos en el nuevo comercio que abra.

miércoles, 2 de enero de 2008

Y finalmente era un tren que se acercaba en esta dirección.
A veces el mejor táimin consiste en refrenar los reflejos y quedarse a esperarlo hasta que te lleve por delante. Si salís de esa, finalmente podés medir los costos, dice María Luisa, y yo le creo.